domingo, 15 de septiembre de 2013

Las maestras curvas

                                                    

"La ebriedad es curva; las palabras, curvas; el amor es curvo..."
Todo el mundo sabe que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta. Pero como ella además sabe que el corazón es curvo, que la verdad es curva, y que los paraísos son curvos, como decía el poeta, no dudó en dar un rodeo y desviar su coche hacia el Paseo Colón —donde el sol arrancaba pavesas a la hoguera de hormigón de la torre del Oro—, y hacia la avenida del Cid —donde el aire se enredaba en la melena de la estatua del Campeador, que rijoso le miró a ella el escote desde su caballo al pasar— antes de llegar a uno de los bares de la Gran Plaza, la bodega Pitarra, que es algo así como nuestra nueva trinchera, desangrado ya, ¡ay!, nuestro inolvidable Trueque.
Lo primero que hay que reconocer en la segunda invitada a la tertulia de El clan de los irlandeses es su valentía. Y su maestría, porque desde el primer minuto supo driblar las embestidas de los tres morlacos que tenía delante recibiéndonos a puerta gayola, pues antes de que abriéramos la boca era ella la que estaba haciéndonos preguntas a nosotros. Desconozco si le gustan los toros, pero puedo afirmar que nuestra invitada salió aquella tarde por la puerta grande y habiendo cortado no solo seis orejas sino, además, tres arrobados corazones. Vamos, que conversando con ella uno disfruta más que Sabina viendo una corrida de José Tomás.
           Inma es una de esas personas con estilo, archielegantes y extraafables, cuyo trato denota que ha viajado, que ha leído y que ha tratado con gente de bien, signifique lo que signifique gente de bien. Inma trabaja de orientadora en un instituto como podría haber trabajado de secretaria de Muñoz Molina o de marchante de los cuadros de Sorolla. Quiero decir que tiene un alma sensible, robusta y delicada a un tiempo, e inclinada a los asuntos sociales. De ahí que la charla girara en torno a los problemas socio-familiares que aparecen detrás de los alumnos conflictivos. Ella ha estudiado en profundidad el tema y nos contó como buena psicóloga que los comportamientos disruptivos de estos alumnos están motivados por desequilibrios emocionales que hunden sus raíces en una infancia llena de soledad y abandono.

Por eso había que reivindicar, decía entre copas de vino  y con una dulzura que se le derramaba por todo el mantel, la importancia de la escuela, pero no de una escuela que expulsa sistemáticamente y a las primeras de cambio a estos alumnos, sino de otra en la que ella cree y por la que lucha,  una escuela que actúe como segundo útero materno —que los vuelva a parir y amamantar—, o como una especie de Ítaca educativa que restañe las heridas y donde el maestro sea una Penélope que con un trato más cercano al alumno restituya los déficits estructurales de esos Ulises más desfavorecidos. Aquí, en esta lucha en pos de una escuela ideal, es donde se le ve su parte quijotesca y romántica.

Pero, ojo, porque demostró también que no es una de esas hippies cándidas o una “happyflower” naïf que vive en el mundo de las piruletas y los fuegos artificiales. Ella tiene los pies en el suelo, (bueno, es un decir, sus tacones se lo impedían, pero algún día se dará cuenta de que sin ellos está más linda) y es consciente de la dificultad, incluso de la imposibilidad a veces, del modelo de escuela que propone. Conoce muy bien, porque los vive día a día, los obstáculos de unos, el victimismo de otros, la desidia de muchos, las barreras económicas y el trapicheo burocrático, en fin, que trae consigo la realidad. Pero ella lucha, no se detiene y sigue su curso. Porque ella es impenitente, y clara y alegre como los ríos que van a dar a la mar, que en este caso es el vivir.
            Esa mezcla de romanticismo y realismo que encerraban sus palabras la fueron convirtiendo a medida que pasaban los minutos en un nuevo ser stendhaliano.

Luego la conversación se fue por otros derroteros y fuimos dilapidando la tarde a base de ron, chismes, chistes, anécdotas y preferencias sexuales, que son las cosas sobre las que se fraguan las verdaderas amistades, esas que vencen el paso de los años y el peso de la distancia. Fue una de esas tardes mágicas donde el tiempo se congela y uno se siente completo y eterno.

Uno, al final, no recuerda a la gente por lo que dice o por lo que hace. Uno, al final, solo ama y recuerda a la gente que te hizo sentir bien cuando la tenías cerca. A este grupo, donde ya estaban desde hace mucho mis compadres saramaguianos, llegó aquella tarde y para siempre (una de las tardes más curvas de mi vida) mi querida Inma, mi ilustre invitada, mi hermosa y curvilínea Cunegunda.
                                                                                        Víctor M. Muñoz

 

Todo empieza de nuevo


                              "Los amigos se convierten con frecuencia en ladrones de nuestro tiempo".

                                                                                                                                  Platón

       "Y todo comenzó aquel día, en la inauguración de un polideportivo ... " Así como una canción de Ismael Serrano, comenzó esta historia. La historia de unos ladrones que querían robar el tiempo y la sabiduría a los amigos, pero cual Robin Hoods  modernos (aunque de maneras añejas cafegijonianas) lo devolverían a los vientos convertidas en palabras digitalizadas y enredadas.

   Nos conocemos de muchos años, bachilleres ilusionados con el mundo, “saramaguianos” convencidos y creyentes de la vida romántica y del realismo porque solo así se construyen las pasiones (a lo Stendhal). Con todos estos ingredientes fundamos un club, una tertulia, un clan donde compartiríamos a invitados que nos darían clases magistrales de cómo el mecanismo que acciona el motor del mundo esta lleno de pequeños impulsos que son los que dan energía, los que alimentan el movimiento. Hay quien va al Club Bilderberg a codearse con el poder, nosotros acudimos al Clan de los Irlandeses a codearnos con las conciencias más comprometidas.

   Sevilla tiene muchos rincones con historia que invitan a compartir y el Clan eligió uno en la Gran Plaza, la Bodega la Pitarra, un lugar donde hay tranquilidad para conversar y alguna sonrisa cómplice de paisanaje y costumbre. "Al centro", como diría algún columnista rancio sevillano, pasaron platos humildes, andaluces y suficientes para los comensales. El flamenquín casero, las croquetas de cola de toro, una crema de queso y alguna otra vianda. El día solo pedía la fresca cerveza local. Era un caluroso día de primavera entre semana. 

   Ese día en la mesa los cuatro fundadores del Clan y un invitado, el primer invitado, La primera vez que siempre es muy importante porque es más difícil de olvidar. El protagonista de la tertulia, Antonio Valverde Ramos. Antonio es natural de pequeña localidad (cada vez menos) del Aljarafe sevillano, Salteras. Hijo del cartero del pueblo, aprendió de su padre la pasión por las letras, por la lectura, por el cuidado de los detalles y por el servicio público. Nació en el año 1964, es padre de dos hijas y de un hijo que han heredado de su padre y de su abuelo el interés por los estudios. Antonio estudió, se formó y accedió a la administración como funcionario de carrera. Se licenció en derecho y comenzó a ocupar puestos de responsabilidad en la administración andaluza, por aquellos años incipiente, probablemente porque su mirada y sus pausadas formas de hacer las cosas generaban confianza en las personas que estaban a su alrededor. Hoy ocupa un alto cargo en la Junta de Andalucía donde seguro que anda batallando (con templanza) para que las cosas se hagan bien, se ayude a la gente desde un servicio público que es sensible y que tiene una mirada muy atenta a la realidad social actual. Una mirada como la que hoy tiene Antonio, hoy mezclada con algo de incertidumbre por ver que le depara esta tertulia en la que ha sido emboscado.

 Antonio Valverde Ramos

Director general de la Agencia Idea.

Funcionario del Cuerpo Superior de administradores generales de la Junta de Andalucía.
Licenciado en derecho.

 ¿Y de qué hablamos?

   De muchas cosas, algunas profundas, serias, otras más banales e incluso alguna irrelevante. Pero al invitado le propusimos un tema que fue el principal: Europa. Y él sabe muy bien que es eso, no en vano ha sido varios años Director General de Fondos Sociales, y sobre todo lo que Europa ha supuesto para una tierra como Andalucía a través de políticas de cohesión, cooperación y solidaridad. Una Europa muy distinta a la que hoy se esta "reconstruyendo". Hablamos de cómo los fondos de cohesión han servido para acercarnos en materia de infraestructuras, inversiones e I+D+I a otras regiones mucho más avanzadas. De cómo se han gestionado bien esos recursos, en la mayoría de los casos, desde la regiones y de cómo el centralismo sigue jugándole malas pasadas a esta tierra. En este sentido nos contó la “anécdota” de que durante unos años los fondos que llegaban a Madrid y cuyo reparto correspondía al gobierno central, no cumplían con los requisitos de prioridad y los recursos de Europa que venían a Andalucía acababan en otras regiones. A Andalucía siempre le ha costado mucho defender sus derechos y su autonomía.


   También hablamos de Europa como parte del problema de la actual crisis financiera, pero inevitablemente también como la gran solución  a la misma. Antonio habla de cambio de políticas económicas, de romper con el "austericidio", de activar la economía y de apostar por una Europa de poderes públicos fuertes y cohesionados que puedan hacer frente a otros intereses.

 ¡Pero no sólo de economía, Europa y política vive el hombre¡ Y entonces empezamos a repasar la cultura y la literatura.

   Salió Paul Auster, uno de sus autores favoritos, entre otras cosas porque sus novelas “son algo filosóficas, donde trata temas imperecederos y eternos, tan antiguos como la propia humanidad: la culpa, la venganza, el deseo, la libertad, el bien y el mal ... Se trata de una literatura que mantiene constante la atención del lector y que le obliga a reflexionar sobre el ser humanó", como el propio Antonio escribió en alguna ocasión.

   Hablamos, por supuesto, de Emilio Lledó, un referente constante para nuestro invitado. Me consta que además le une a él una fraternal amistad y que disfruta de sus lecturas, conferencias y diálogos  más privados. Antonio comparte con el profesor la idea que tiene sobre la importancia de la educación en la construcción de las sociedades más civilizadas. En estas citas se resume esa forma de mirar el mundo según Lledó y que ha influido sobre nuestro invitado.  Aristóteles decía "condicionar toda la vida humana a la economía es de almas miserables" y Emilio lo ratifica: “la riqueza del pueblo no es la del suelo, sino la del cerebro”.

  Después vinieron otros temas, otros argumentos. Tras casi dos horas de conversación, en un ambiente de máxima confianza, compartimos preguntas, respuestas y alguna confidencia. Antonio se despidió de nosotros sereno, como es él, con la seriedad de la corbata roja y la chaqueta azul marino, pero dejando en el Clan de los Irlandeses un -remoto, un recóndito- retumbar de tambores de guerra que algún día descubriremos que es ahí donde reside el inicio de las pequeñas revoluciones que cambian el mundo.

  “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo […]. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”. - Cien años de soledad, Gabriel García Márquez. - De nuevo empieza todo, si es que alguna vez terminó.

                                                                                                                  José Antonio Alfaro Manzano